De acuerdo con la Numerología, cada número posee una vibración energética determinada, que atesora el significado correspondiente.
El aspecto indicado anteriormente, no debería parecernos extravagante o poco creíble; si, por ejemplo, estudiamos un poco la tabla periódica de los elementos químicos, vemos que aparece ordenada numéricamente, de acuerdo con el número atómico de cada elemento; dicho número atómico equivale al número de protones que tiene el elemento químico en el núcleo de su propio átomo; de esta manera, el número atómico del primer elemento químico de la tabla periódica, el hidrógeno, es el 1 (es decir, en el núcleo del átomo de hidrógeno hay 1 protón), el número atómico del segundo elemento químico, el helio, es el 2 (en el núcleo del átomo de helio hay 2 protones), y así sucesivamente con el resto de todos los elementos químicos… Vemos, por lo tanto, que el número de protones (que varía de uno en uno) origina y determina cada uno de los elementos químicos, y cada cual presenta unas propiedades o características propias, diferentes y únicas. Por otro lado, la propia teoría de la relatividad, descrita en el siglo pasado y base de la moderna física cuántica, revela que todo lo que existe y nos rodea en el Universo, es energía en sus diferentes formas o estadios. Por todo lo anterior, no nos debería extrañar que a cada uno de los números que van del Uno hasta el Nueve, se le asocie unívocamente un tipo de vibración energética determinada, establecida de acuerdo con diferentes escuelas o tradiciones antiguas, que estudiaron profusamente el significado de los números y su influjo en la vida humana (por ejemplo, la escuela pitagórica, la escuela tántrica hindú o los cabalistas judíos, entre otros).
El Uno es el primer número, por ello simboliza el comienzo, la iniciación o la causa inicial de todas las cosas, es decir, el origen de todo lo creado, el impulso creador o el Verbo inicial, la esencia de donde emana el universo, o Dios Padre.
El Número Uno se dibuja como un guion vertical, y viene a representar el puente que relaciona lo divino (el Cielo) y lo material (la Tierra), y también todo el potencial divino creador, que primero fue proyectado (Verbo) y luego ejecutado (Cosmos), es el infinito que contiene la totalidad.
El Número Uno representa la energía inspiradora, la idea motriz o el impulso vital generador y creador, es el símbolo de la energía personal, la voluntad y la fuerza. También puede considerarse como la semilla que precede al árbol, como la energía concentrada en un punto preparada para manifestarse o proyectarse, expandirse y crecer.
El Número Uno es portador de energía masculina (a igual que el resto de los números impares) y representa el arquetipo del padre, por lo tanto, constituye una referencia psicológica muy importante; de este modo, simboliza nuestra identidad o nuestro ego, la afirmación del ser (su grafismo esquematiza al hombre erguido y evolucionado).
Claves: Individualidad, independencia, dominio, voluntad, originalidad, asertividad, contundencia y marcialidad.
El Número Dos procede de la escisión de la unidad, es decir, de la separación de la totalidad alcanzando, de esta manera, la dualidad o la bipolaridad, el creador y su creación, el femenino y el masculino, la noche y el día, la luz y la sombra, el Yin y el Yang, el bien y el mal.
El Número Dos nos recuerda el sentido de la separación pero, al mismo tiempo, la necesidad de unión o de la complementariedad de los opuestos (para que haya sombra, debe existir también la luz).
La división de la unidad, conlleva a la aparición del Número Dos, es el fundamento de la génesis de todos los demás números, por ello, el Número Dos corresponde al arquetipo Madre, al principio femenino; de alguna manera, la grafía del Número Dos nos recuerda al receptáculo femenino (útero) en donde germina la semilla que luego se liberará, ya convertida en fruto.
Claves: Amabilidad, sensibilidad, adaptabilidad, precaución, empatía, colaboración y receptividad.
El Número Tres es el resultado de sumar los Números Uno y Dos, representa el arquetipo del Hijo, ya que es el fruto de la unión del principio masculino y arquetipo del padre (Número Uno) con el principio femenino y arquetipo de la madre (Número Dos). Al Número Tres se le considera en muchas tradiciones antiguas (la egipcia, la hebrea o la cristiana por ejemplo) como número perfecto, dado que posee la fuerza del Número Uno (energía masculina o Yang) y la sensibilidad del Número Dos (energía femenina o Yin).
De alguna manera, el Número Uno nos enseña a proyectar nuestra individualidad, luego, el Número Dos nos enseña a crear relaciones con los demás, por ello, el Número Tres nos impele a desarrollar la inteligencia para emplear la información y lograr comunicarla, tanto con los demás como con nosotros mismos.
Claves: comunicación, sociabilidad, inteligencia, creatividad, expresividad, cultura, dramatismo y diversificación.
Los tres primeros números simbolizan las capacidades o aptitudes que se desarrollan en nuestro interior, el Número Cuatro viene para tomar dichas cualidades y utilizarlas en la creación de algo concreto y tangible, pero algo ya externo a nosotros mismos.
El arquetipo del Número Cuatro es la Madre Tierra (o las Raíces) y su símbolo es el cuadrado o el cubo, por lo que representa los fundamentos, la solidez o lo permanente, el orden establecido y la tradición; este aspecto puede explicarse comprendiendo que después de pasar por la escuela para adquirir los conocimientos necesarios para desenvolvernos en la vida (es decir, al acabar la etapa simbolizada por los tres primeros números), debemos zambullirnos en la sociedad, para lograr concretar de forma práctica nuestra misión vital, enmarcada dentro de unas normas o leyes de convivencia social, a partir de nuestras propias bases ya cimentadas (personales y familiares).
Claves: seguridad, tradición, estabilidad, disciplina, deber, solidez, objetividad, límites, perseverancia y familia.
Situado a medio camino entre el Número Uno y el Número Nueve, el Número 5 simboliza el puente que si lo conseguimos atravesar, nos llevará desde la realización material y concreta del número Cuatro, hacia otras esferas o terrenos superiores de conocimiento, místicos y creativos, representados por los números comprendidos entre el Seis y el Nueve, por ello trasciende los límites terrenales, y establece un nexo de unión entre el Cielo (Macrocosmos) y la Tierra (Microcosmos); su símbolo es el pentagrama, la estrella de cinco puntas, representación esquemática del propio hombre, la punta superior de la estrella representa la mente humana, dominando los cuatro elementos (Agua, Tierra, Aire y Fuego), es el Hombre erguido, que conecta lo divino y lo material.
Por lo anterior, el Número Cinco es el arquetipo del Hombre (cinco extremidades contando la cabeza, cinco sentidos y cinco dedos en cada mano y en cada pie).
Claves: evolución, cambio, curiosidad, independencia, desafíos, experiencias y búsqueda mental.
El Número Seis se representa con dos triángulos encastrados el primero con la punta vertical mirando al Cielo (energía masculina) y el segundo invertido con el vértice apuntando a la Tierra (energía femenina) formando, de esta manera, la estrella de seis puntas (o sello de Salomón).
El Número Seis es el resultado de sumar Tres y Tres, en la evolución personal, significa que el individuo ya ha aprendido a dominar para sí mismo (a nivel personal) todas sus habilidades y aptitudes, pero ahora el Número Seis impele a la persona a proyectarlas o exteriorizarlas, a comunicarse con los demás a través de ellas, apareciendo la creatividad artística (o armonía) y la expresión amorosa (dar y recibir amor de los demás); ambos aspectos se desarrollan primigeniamente dentro del ámbito familiar de la persona, para luego, volcarlos hacia el exterior y el resto de la sociedad; por ello, el Número Seis simboliza también la unidad familiar.
Claves: Amor, sensibilidad, ternura, armonía, arte, paz, familia, hogar, maternidad, belleza, bondad y sacrificio.
El Número Siete es la cifra que aparece con más asiduidad en la cosmogonía y la génesis de casi todas las religiones conocidas, es el número sagrado por excelencia, en la religión cristiana, por ejemplo, Dios creó el mundo en siete días, siete son los pecados capitales y, según la Biblia Cristiana, siete son los tronos situados ante Dios; en la religión judía la división semanal en siete días de la Torah, los siete brazos de la Menorah, los siete períodos de purificación o el año sabático (el séptimo después de seis cosechas); según la religión musulmana hay siete cielos y también hay que dar siete vueltas a la piedra de la Meca; por último, en la mitología Hindú se habla de los siete grandes santos, los siete planos o mundos en el universo, y también se diferencian siete chakras o centros de energía en el cuerpo humano (concepto común a otras tradiciones como el budismo). En la naturaleza, también encontramos repetidas veces el número siete: las fases lunares, los colores del arco iris o las notas musicales.
De alguna manera, el Número Siete cierra el ciclo natural, o señala el fin del ciclo laboral y, por lo tanto, permite alcanzar la perfección y la belleza, porque lo que está completo es perfecto y bello; por lo indicado anteriormente, la energía del Número Siete es interior, porque después de cerrar un ciclo o de acabar una tarea, contemplamos el resultado e intentamos comprender lo ya desarrollado, contemplar para meditar y comprender, ejercicios de carácter introspectivo que requieren soledad y recogimiento.
Claves: Misticismo, espiritualidad, disciplina, contemplación, perfeccionismo, exigencia, rigidez, introspección, meditación, sabiduría y soledad.
El Número Ocho es el resultado de sumar Cuatro y Cuatro, por lo que su vibración energética ya contiene la del Número Cuatro, de la cual proviene (seguridad, tradición, estabilidad, disciplina, deber, solidez, objetividad, límites, perseverancia y familia) pero el Número Ocho eleva todos estos aspectos al plano externo o terrenal, la energía vibratoria del Número Ocho se dirige para transformar profundamente la Tierra (poder alquímico), contribuyendo en la evolución y regeneración humanas.
Todos y cada uno de nosotros, llegamos a este mundo con unos talentos determinados, es nuestra responsabilidad tomar consciencia de ellos para poder transformar la Tierra, el Número Ocho representa ese poder de transformación (alquímico), dichos talentos pueden ser de cualquier tipo (mentales, físicos o espirituales).
Claves: Poder, mando, dominio, talento, coraje, justicia, ambición, producción, alquimia y materia.
El Número Nueve aglutina todas las energías de los números anteriores, desde el Uno hasta el Ocho y, por ello, representa el final de los tiempos o el de un ciclo temporal determinado, pero su propia vibración también acoge la semilla o el germen que engendrará para dar paso al siguiente ciclo temporal en la escala evolutiva.
La grafía del Número Nueve es la de un Seis pero invertido, las curvas en ambos números simbolizan la sensibilidad, pero mientras el Seis vive dicha vibración a nivel emocional (o terrenal), el Nueve la expresa a nivel mental; es el producto de multiplicar Tres veces Tres, de alguna manera la creatividad del Tres, después de volcarla hacia el exterior (Número Seis) se proyecta hacia un plano superior (Cosmos), por ello es el número de la conexión directa con la energía divina.
Claves: Misticismo, generosidad, sabiduría, humanismo, idealismo, servicio, compasión, paciencia, libertad, intuición y regeneración.
El Número Cero simboliza el espíritu, representa el vacío que posee todo el potencial para ser ocupado por completo, puede ser el Todo (potencial) y la Nada, es el principio y el fin (alfa y omega), por lo anterior, no le puede ser asignada ningún tipo de energía asociada o una pauta de vibración determinada, dado que el potencial, alberga una posibilidad, no una realidad.
El Número Cero es el puente a otras dimensiones, cuando una persona (Número Uno) se une al Espíritu (Número Cero), es traslada a un nuevo plano de evolución (1+0=10).
El Número Cero se puede comparar a un círculo que evoluciona fuera del marco espacial y temporal, representa lo no manifestado, en donde se desarrolla la riqueza de los planos más elevados; de hecho, la grafía más habitual del Número Cero se corresponde con el perfil esquemático de un huevo de gallina que, en la tradición cristiana, es el símbolo del despertar a una nueva vida (resurrección o renacimiento en otro plano existencial).
En Numerología, los números compuestos por dos cifras idénticas son llamados Números Maestros; estos números son poseedores de una vibración especial , cuando aparecen en alguno de los aspectos estudiados en la carta numerológica del consultante, quiere decir que dicha persona está predestinada de manera singular, muy probablemente deberá atravesar vivencias complejas o duras pruebas a lo largo de su existencia, que deberá resolver a nivel mental y luego asimilarlas, lo cual le permitirá evolucionar personalmente hacia estadios espirituales más elevados, con el fin de ayudar y servir a la comunidad en la que resida; por lo tanto, los Números Maestros constituyen señales que indican a las personas que los poseen dentro de su carta numerológica, como seres humanos potencialmente más elevados o evolucionados, destinados a acompañar el progreso espiritual y material de la humanidad.
Los Números Maestros objetos de estudio en el campo de la numerología, son el Once (11), el Veintidós (22) y el Treintaitrés (33).